Una Familia internacional

No se puede comprender profundamen­te a Schoenstatt sin tener en cuenta, junto a su espiritualidad y pedagogía, su carácter internacional.

En este se refleja también el espíritu universal de su Fundador, quien afir­maba en 1948: «La tendencia a lo mun­dial, el impulso hacia lo internacional, el anhelo del apostolado mundial es sencillamente algo innato a la Familia». Este carácter responde a las necesi­dades del presente y del futuro, pues vivimos en un mundo que tiende cada vez más a la unidad, si bien corriendo el peligro de convertirla en uniformidad niveladora.

Por otra parte, quien se responsabiliza de la persona y la misión de la Stma. Virgen María, no puede menos que abrir su corazón al mundo entero. Pues se sabe instrumento de Aquella que, siendo Madre de Dios, es a la vez Madre de todos los hombres y Reina del mundo.

Esa misión impulsó al Fundador de Schoenstatt a coronarla en 1946 como Reina del mundo, tal como lo había hecho anteriormente en el campo de concentración de Dachau. «La misma responsabilidad -añadía el Padre Ken­tenich- me llevó, desde 1947, a atra­vesar año tras año tierras y mares«

En todas partes donde fue posible se erigieron Santuarios filiales. Debían convertirse en puntos de apoyo para el reino de la MTA (Madre Tres Veces Admirable), desde donde ella, como Reina del Mundo, pudiera lanzar su red y llevar a cabo su misión de educadora» (1952). La idea motriz y la fuerza impulsora en toda esta tarea fueron no sólo la dimensión universal de la Familia de Schoen­statt, sino también «el ideal del acer­camiento y de la unidad de los pueblos, en base al cuidadoso desarrollo de la propia originalidad y de la mutua com­plementación, para bien de todos» (1952).

La experiencia del campo de concentración en Dachau

«En Dachau luchamos durante largo tiempo por el Schoenstatt Internacional. Los schoenstattianos polacos no apoyaban esta idea. El tener que vincularse a Schoenstatt (Alemania) les resultaba un gran obstáculo casi imposible de salvar, tanto intelectual como afectivamente. Un sacerdote francés creyó encontrar la solución diciendo que Schoenstatt no está en Alemania, sino en el mundo, pero tampoco esto los convenció. Fue entonces cuando llegó el relato de Uruguay que describía detalladamente la inauguración del Santuario y mostraba como el pueblo se nucleaba más y más en torno al pequeño lugar de gracias, réplica fiel y perfecta de nuestro Santuario de Schoenstatt. Con esto se solucionaron todos los cuestionamientos y se pudo fundar el Schoenstatt Internacional«.

P. José Kentenich

Es evidente que la internacionalidad de Schoenstatt sería inimaginable sin el Santuario presente en todo el mundo. Sin él, Schoenstatt no puede existir, no puede cumplir su misión. Este fue el motivo por el que las Hermanas de María se arriesgaron a construir la primera réplica del Santuario en Nueva Helvecia, Uruguay: la constatación de que sin el Santuario era imposible iniciar el Movimiento. El Padre mismo fue el primer propagador de los Santuarios filiales. En la Argentina repitió muchas veces – a fines de la década del ’40 – «sin el Santuario no hago nada». Y no lo hizo, para gran dolor de quienes trabajaban denodadamente para fundar Schoenstatt en el país, y para conseguir un terreno para el Santuario.

Los Santuarios filiales y la internacionalidad

Los Santuarios filiales contribuyeron esencialmente a arraigar Schoenstatt en los países y culturas donde han nacido. Más aún desde que – por primera vez en el Santuario del Padre, en la Argentina, en la década de los años ’70 – cada uno de ellos buscó su misión peculiar, relacionada con su historia, con la índole del pueblo en el que influye, por la voz de la providencia de Dios.

Es asombroso constatar – a través de schoenstatt.de – los desarrollos originales que se dan en los lugares más dispares del mundo.

Un ejemplo conmovedor es el de Burundi, donde miles de personas acuden al Santuario, siguen a la Virgen Peregrina, la llevan hasta lejanas comarcas… todo en una acción tenaz y coherente por la paz y la unidad de su pueblo.

El Santuario del hogar, nacido como semilla en Villa Ballester (Argentina), trasplantado a Brooklyn (EE.UU.) por el Padre Carlos Boskamp en la década de los años ’60, y confirmado por el Padre Kentenich en Milwaukee – donde recibió su nombre y su desarrollo como corriente de vida y gracias entre las familias locales – es un desarrollo providencial del Santuario de Schoenstatt que ha favorecido enormemente la inculturación de Schoenstatt en los más diversos ámbitos. El Santuario del hogar reúne, en torno a la Alianza de Amor vinculada a un lugar de la casa, las tradiciones, el arte, las costumbres y manifestaciones religiosas populares, las desarrolla y conserva, las rescata del olvido y les da nueva vida. En muchos casos es también un lugar de oración para los amigos y vecinos, que asimilan lo que allí vive y lo propagan.

Internacionalidad – la actitud de profundo respeto a cada pueblo

Schoenstatt es una familia internacional. Se ha expandido, germinal o generosamente, en muchos países, continentes y espacios culturales.

Schoenstatt es también internacional porque promueve una interrelación entre los pueblos y facilita un enriquecimiento entre los mismos.

Por «internacionalidad» entendemos la capacidad de acep­tar tensiones mundiales como un desafió a la unidad en la diversidad. Toda pluralidad crea tensiones que pueden ser crea­doras o destructoras de vida. Serán creadoras en la medida en que los pueblos, estimulándose mutuamente, se complemen­ten en su ser y función propias. Serán negativas cuando traten de anularse, no reconociendo la realidad de ser parte o des­preciando y eliminando a las otras. La internacionalidad su­planta las competencias infecundas y destructoras en la convi­vencia mundial y las transforma en generadoras de paz y cre­cimiento humanitario y social.

La actitud de profundo respeto a cada pueblo, raza y cultu­ra pertenece al estilo propio del Padre Kentenich. Una de sus recomendaciones es:

«Los que trabajen en el extranjero, traten con cuidado el sentimiento nacional de los pueblos que recién está forjándose, porque es fácilmente vulnerable. Adáptense a sus modalidades, costumbres e idioma, y amen al pueblo de todo corazón». (1949)

La internacionalidad es la base para el aporte cultural de Schoenstatt en el tiempo presente. Los pueblos son los sujetos que generan la cultura. Estos se hallan más y más interdepen­dientes por los medios de comunicación, la política interna­cional y los problemas sociales, económicos y ecológicos del planeta. Pero es necesario crear un tipo de solidaridad interna y nueva que, respetando las múltiples originalidades y pluralidades, estimule la ayuda internacional y genere un cambio de mentalidad y comportamiento. Necesitamos una forma distinta de relacionarnos que no sea puramente contractual competitiva.

Como movimiento internacional, Schoenstatt brinda aporte tal como lo expresa la consigna – hecha oración – que regía el comportamiento de los prisioneros schoenstattianos en el campo de concentración de Dachau:

«A pesar de todas las particularidades,
formemos una sólida unidad;
como reino ideal nos consagremos al Padre
y, aunque el odio enferme a la masa de los pueblos,
rompamos todas las barreras nacionales».

Hacia el Padre, 550

 

Somos conscientes de que esta tarea precisa aún un desarrollo más pleno. Un documento oficial de Schoenstatt, clamado como programa en 1985, decía:

« … Nos apremia también comprender mejor, como un don y una tarea, la internacionalidad de nuestro Movi­miento, y hacerla fecunda». (Schoenstatt-Internacional, 17)

Con esto Schoenstatt puede convertirse en un «sacramental viviente» de la catolicidad de la Iglesia y de la gran fraternidad de los hombres en Dios.

Esta página se dedica expresamente, en el espíritu internacional del Padre Kentenich, a la internacionalidad de Schoenstatt como don y tarea.

Fuentes:
P. Esteban Uriburu, Huellas de un Padre, Editorial Patris Argentina, ISBN950-9579-07-6
P. Guillermo Carmona: Schoenstatt, ¿qué es?, Editorial Patris Argentina, ISBN 950-9579-52-1