Héroes de fuego: Hijos e hijas espirituales del Padre Kentenich en proceso de canonización

En el fondo, el cristianismo es seguir a alguien. No es en primer lugar abrazar una doctrina. Esa es la consecuencia posterior. Lo primero que descubrieron los apóstoles fue la persona de Jesús. Y ese Jesús fue quien los cautivó y les cambió la vida.

Dios llega al hombre a través del hombre. En este caso el principio fue el Hombre Dios. Este principio incarnacional lo sigue respetando Dios a través de la historia de la Iglesia. Los grandes santos atrajeron y generaron a otros grandes santos. Es el caso de San Francisco de Asís y Santa Clara o de Don Bosco y Santo Domingo Savio o de San Ignacio y San Francisco Javier. San Ignacio cuenta que trabajó un año para conquistar a Francisco Javier cuando estudiaba en París. Como buen vasco era muy terco pero cuando lo conquistó, le cautivó el alma y se dio cuenta «con este hombre conquisto un continente», y no se equivocó: San Francisco Javier conquistó la India. Pero ¿qué hubiese sido San Francisco Javier sin San Ignacio? o ¿qué hubiese sido San Ignacio sin San Francisco Javier? Los dos fueron utilizados juntos como instrumentos en las manos de Dios para realizar una gran obra de evangelización.

Esa historia se repite en la historia de la Familia de Schoenstatt. Conocemos la historia del 18 de octubre de 1914, cuyos protagonistas son el P. Kentenich y los congregantes héroes. En el origen, el Fundador no estaba solo. Junto a él estaba la primera generación y entre ellos José Engling. ¿Qué hubiera sido del Padre Kentenich sin José Engling? ¿Qué hubiera sido de José Engling sin el Padre Kentenich? Las grandes personalidades atraen y generan nuevas personalidades. El Dios providente une a los hombres para sus grandes planes.

P. Juan José Riba, «Aliados», Editorial Patris Argentina 2003, pág. 8 y 9

Sus vidas ilustran la historia y la misión de Schoenstatt y de su Fundador

Los hijos e hijas espirituales del Padre Kentenich, modelados por él y llevados a una madurez extraordinaria de vida cristiana, son testigos de su Padre espiritual. Las vidas de aquellas personas que han encarnado en grado ejemplar los ideales de la espiritualidad schoenstattiana ilustran la historia de Schoenstatt y la historia de quien los condujo a este ideal y les dio las herramientas para conquistar la meta: junto a Dios y la Santísima Virgen, el Fundador de Schoenstatt. Las piedras preciosas que la Providencia regaló a Schoenstatt son el marco de gema más destacada.

Cada uno de ellos irradia la luz del Fundador y de su carisma: su concepto de una nueva comunidad basada en auténticas personalidades libres, firmes y apostólicas adquiere un rostro, una historia. Las vidas de Karl Leisner, el primer schoenstattiano beatificado, de los seis schoenstattianos beatificados o en camino a la beatificación – la Hna. M. Emilie, João Pozzobon, Mario Hiriart, Gertraud von Bullion, José Engling, Franz Reinisch – y muchas otras «piedras preciosas de Schoenstatt» cuyas vidas han generado un cambio en ramas, países y grupos de Schoenstatt, ilustran la historia de la Alianza de Amor que es capaz de transformar totalmente a una persona. Y al mismo tiempo iluminan la historia de personas que con su misión, su pasado, sus fortalezas y debilidades, han marcado el destino de Schoenstatt.

Una vocación que comparten con cada persona que vive en el espíritu de la Alianza de Amor.