Nuestra respuesta: Capital de gracias

La Virgen María quiere manifestarse en Schoenstatt, de modo especial, como Educadora, formando, en Cristo, un «hombre nuevo» y una «nueva comunidad». Esta alto objetivo será fruto, en primer lugar, de las gracias recibidas en el Santuario. Pero se requiere, a su vez, nuestra decidida cooperación. «La gracia de Dios no fue en mí estéril» -dice el Apóstol Pablo- «sino que yo he trabajado más que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios que está conmigo» (1 Cor. 15.10).

Quizás para algunos esta expresión -«capital de gracias»- aparezca como contradictoria. La palabra «capital» hace pensar, espontáneamente, en lo económico. Así se habla, por ejemplo, de tener un capital, de invertirlo, o cosas por el estilo. «Gracia», por el contrario, dice referencia a un mundo muy diferente. Tiene que ver con la realidad del Dios vivo, con nuestra redención en Cristo, con la vida sobrenatural. En Schoenstatt es una expresión clásica, que expresa nuestra colaboración personal con la acción de Dios, con la acción de la Sma. Virgen desde el Santuario.

¿Qué significa, entonces, «capital de gracias»? Su respuesta nos lleva a confrontarnos con dos realidades de nuestra vida cristiana. Por una parte, al hecho de la necesaria colaboración del hombre para alcanzar, en Cristo, su salvación. Y luego, al misterio de la Comunión de los santos.

Nuestra colaboración con la gracia.

Hoy se suele hablar si una persona se «realiza» o no. Podemos aplicarlo a la vida cristiana. Nuestra realización como hombres, como cristianos, depende de mí, pero no sólo de mí. Depende de Dios, pero no sólo del querer divino. Me voy a «realizar» como hombre y como cristiano si colaboro con la gracia, si uno mi actividad a la acción divina (como dice el dicho popular: «A Dios rogando, y con el mazo dando», o aquel otro: «Ayúdate, que Dios te ayudará»).

Nuestra visión del hombre es fundamentalmente optimista. Ya estamos salvados, redimidos, por Jesucristo. Él nos ha redimido por su Sangre derramada en la Cruz, para la salvación de todos los hombres. Pero esta salvación no es automática. Respeta nuestra libertad. Requiere nuestra libre cooperación. De alguna manera, también nosotros debemos «merecer» la salvación. Podemos -y debemos- adquirir méritos. «No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban. Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo» (Mt. 6,19-20). Estos méritos, que nos enriquecen personalmente, redundan también en bien de nuestros hermanos.

La Comunión de los Santos

He aquí el misterio de la «Comunión de los santos». Todos los domingos lo rezamos en el Credo: «Creo en la Comunión de los santos». ¿En qué medida somos concientes de esta maravillosa realidad? ¿Cómo explicarla? Un texto del Concilio Vaticano II enseña que «todos los que son de Cristo y tienen su Espíritu crecen juntos y en Él se unen entre sí, formando una sola Iglesia» (Iglesia 49). Y lo dice el mismo Señor Jesús: «Yo soy la vid; vosotros los sarmientos» (Jn. 15, 5).

Así como una única y misma savia irriga a los sarmientos de la vid, de modo semejante, por el Bautismo, participamos todos de la vida divina, en Cristo.

«Tráiganme con frecuencia contribuciones al Capital de gracias…»

Desde los orígenes de Schoenstatt, el esfuerzo por la propia santificación encontró su expresión concreta en las contribuciones al Capital de gracias: «Tráiganme con frecuencia contribuciones al Capital de gracias… Adquieran muchos méritos y pónganlos a mi disposición«, leemos en el Documento de Fundación del 18 de octubre de 1914.

Esto fue vivido por muchos hijos e hijas de Schoenstatt. Así fue en la vida de José Engling, en la del Padre Kentenich, en la de muchos héroes de nuestra Familia. La corriente de gracias, con el correr del tiempo, fue haciéndose cada vez más grande, profunda, vigorosa.

De ahí que, al contacto con el Santuario, nos sumergimos -por decirlo así- en un fuerte movimiento de gracias que nos eleva, nos sostiene y nos impulsa hacia adelante y hacia arriba. ¿Cómo corresponder a todo esto? Aportando, nosotros también, al Capital de gracias.

Una oración de ofrecimiento, que el Padre Kentenich compusiera en el campo de concentración de Dachau, lo aclara con sencillez:

«Cuanto llevo conmigo,
lo que soporto,
lo que hablo y lo que arriesgo,
lo que pienso y lo que amo,
los méritos que obtengo,
lo que voy guiando y conquistando,
lo que me hace sufrir,
lo que me alegra,
cuanto soy y cuanto tengo
te lo entrego como un regalo de amor
a la fuente santa de gracias,
que desde el Santuario brota cristalina…»

(Hacia el Padre, 16)

Como ves, no sólo lo que nos cuesta (sacrificios) puede ser ofrecido al Capital de gracias, sino simplemente todo: también lo que soporto, lo que pienso y lo que amo… lo que me hace sufrir y lo que me alegra.

Hay un aspecto, sin embargo, que no debemos olvidar. Si bien es un compromiso contribuir al Capital de gracias, también puedo y debo recurrir al mismo cuando, por cualquier circunstancia, me halle en apremios.

Es como si una familia tuviera una cuenta conjunta en un Banco, sobre la cual sus miembros pueden girar, aún sin fondos, en caso de necesidad. Una oración del Padre Kentenich lo ilustra bien:

«Cuando mi propia debilidad y la astucia de Satanás se suman;
cuando me oprime el amargo tormento de mis faltas,
yo también puedo apelar a la riqueza de nuestro Capital de gracias
e invocar a los hermanos nobles, puros y fuertes,
que día a día escogen de nuevo al Señor como esposo,
y sobre los cuales Él hace descansar su mirada complaciente.
Por causa de ellos el Señor me procura la dicha»
(Hacia el Padre, 453-454)

A la luz de estas reflexiones, es más fácil comprender la siguiente afirmación: «desde el momento en que comencé a aportar al Capital de gracias, capté realmente lo que era Schoenstatt«.

Esta es, por otra parte, la exigencia y el compromiso de la Sma. Virgen María desde el Santuario: «No os preocupéis por la realización de vuestro deseo. Ego diligentes me diligo. Amo a los que me aman. Demostradme primero que me amáis, que tomáis en serio vuestro propósito...» (Documento de Fundación).