Acercándose a Schoenstatt como peregrino

«Sospecharán lo que pretendo: quisiera convertir este lugar en un lugar de peregrinación, en un lugar de gracia para nuestra casa y toda la Provincia alemana y quizás, más allá…». Este era el plan audaz que el Padre José Kentenich, Director Espiritual del Seminario Menor de los Padres Palotinos, proponía a sus jóvenes educandos, aquel 18 de octubre de 1914, en el valle de Schoenstatt, Alemania.

Los invitaba a trabajar a fin de transformar la antigua capillita de San Miguel en un Santuario mariano («el Santuario que se hallaba desde tiempos inmemoriales más o menos abandonado, desmantelado y vacío, ha sido restaurado por nosotros y por iniciativa nuestra dedicado a la Sma. Virgen»).

Hacía dos meses que había estallado la gran guerra europea, que iba a transformarse en la Primera Guerra Mundial. Desde aquel día de octubre han transcurrido más de nueve décadas. El Padre Kentenich ha muerto -el 15 de setiembre de 1968. Pero sus palabras de entonces se han tornado realidad. El profeta tenía razón.

O mejor dicho, el profeta detectó un plan de Dios para con ese lugar. Descubrió una fuente de gracias -en aquel momento apenas un hilo de agua- que hoy se ha convertido en poderosa corriente de gracias, de vida y de ideas, llegando a muchos países y a todos los continentes.

La palabra Schoenstatt es pronunciada en Paraguay y en Australia, en los Estados Unidos de Norteamérica y en el Caribe, en Sudáfrica y en la India…

Aquella pequeña capillita dedicada a San Miguel Arcángel es actualmente el Santuario «original» que se ha multiplicado en Alemania, Europa y el mundo, a través de una red de más de ciento ochenta Santuarios «filiales». Fue reconocido oficialmente por la Iglesia como Santuario en 1947.

Schoenstatt, un lugar de peregrinación.

Mucha gente se pregunta si allí se apareció la Virgen, como suele ocurrir en otros lugares santos, por ejemplo, Lourdes o Fátima. No, en Schoenstatt no hubo ninguna aparición de la Madre de Dios. Pero ella, ciertamente, se ha manifestado desde ese pequeño lugar; allí ha tomado una iniciativa divina, a través de un instrumento sacerdotal, el Padre Kentenich.

«Todos los que acudan acá para orar» -decía en la plática del 18 de octubre de 1914– deben experimentar la gloria de María. Allí donde la Virgen María se hace presente, surge la vida. Allí donde ella se encuentra, hallamos la paz. Allí donde ella se ha vinculado, derrama en abundancia sus tesoros, sus gracias. Siempre en favor de los hombres, sus hijos. Y, como toda buena madre lo hace, preocupándose de manera particular de aquellos que más sufren, de los más necesitados, de los más débiles. Es justo que una madre, es justo que María obre así.

Schoenstatt, un lugar de peregrinación para hoy

Hay muchos y diversos Santuarios marianos en el mundo. Múltiples son las gracias que María concede desde cada lugar. ¿Por qué habrá querido manifestarse también en Schoenstatt?

Para responder a esta pregunta, nada mejor que recurrir al testimonio de su instrumento principal, el Padre Kentenich, y a la historia vivida a partir de su fundación. Con aguda percepción de los problemas de su época, y con profunda intuición ante el futuro, el Padre Kentenich detectó que estábamos ante un cambio radical en el mundo. Y, en el centro de la problemática, contemplaba al hombre. Veía un creciente proceso de masificación, detectaba el peligro de su desarraigo de valores, personas y tradiciones. Percibía el creciente fenómeno del ateísmo, ya en desarrollo. Captaba que tiempos nuevos requerían un nuevo tipo de hombre. La Virgen María debía ser su Madre, dar nuevamente a luz a Cristo en el corazón de los hombres. En Schoenstatt y desde Schoenstatt, quería sobre todo manifestarse, como Educadora de ese «hombre nuevo» y de esa «nueva comunidad».

Debemos preguntar también a la historia, a lo ocurrido a partir de aquel 18 de octubre de 1914. Los hechos hablan de un lenguaje elocuente. Miles, millares de personas han encontrado en Schoenstatt un hogar espiritual. Han recibido allí gracias especiales. Desde esa pequeña capillita en el valle ha surgido un fuerte movimiento de renovación espiritual, una gran ola religiosa, que, haciéndose cada vez más grande a medida que avanza, va en busca de «nuevas playas» del futuro. Un movimiento que busca la transformación del hombre en Cristo, a través de una alianza de amor con María. Una corriente de entrega heroica y de santidad (esta era una exigencia del plan original: «Aceleración del desarrollo de nuestra propia santificación y, de esta manera, transformación de nuestra Capillita en un lugar de peregrinación«).

Han surgido seis Institutos Seculares, comunidades de dirigentes católicos, comunidades contemplativas, un vasto movimiento laical, un movimiento popular y de peregrinos.

Donde está la Virgen María, allí está presente el Señor, allí actúa su Espíritu. Nunca podremos comprender o valorar plenamente las maravillas que obra el Señor. Es suficiente percibir su cercanía para experimentar un profundo asombro. Y sentir nacer en nosotros la gratitud.

Así lo expresaba el Padre Kentenich, en forma de oración: Gracias Padre, porque elegiste a Schoenstatt y porque allí Cristo nace de nuevo. Gracias porque desde allí quieres irradiar al mundo las glorias de nuestra Madre, inundando los corazones fríos con torrentes de amor.